Una de las especies más difíciles de ver y, por ende, de estudiar en la región es el gato montés
(Leopardus geoffroyi), un pequeño felino que llega a pesar hasta 8 kilos y que se extiende
desde el sur de Bolivia y Brasil hasta el extremo sur de la Patagonia Argentina donde suele
habitar pastizales, bosques, matorrales y sabanas. Romina D´Agostino, profesional de apoyo
del Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales (IPEEC-CONICET)
realizó un trabajo junto a Daniel Udrizar Sauthier, investigador del mismo Instituto, en el que
analizan la dieta de esta especie en Península Valdés, Chubut, Argentina.
“Identificamos letrinas dentro de la reserva y colectamos y analizamos 160 muestras de heces
frescas recogidas entre 2013 y 2016. Además, utilizamos trampas Sherman cebadas con
vainilla y avena para conocer la disponibilidad de micromamíferos que hay en la zona”, cuenta
la especialista del CENPAT.
Como resultado del análisis de las muestras, los científicos identificaron diez especies de
mamíferos, una especie de tinamú, un género de lagarto y un orden de insecto. “Analizamos
las heces y registramos que se alimenta principalmente de mamíferos, de aves y en menor
proporción de reptiles e insectos. Entre los mamíferos se alimenta principalmente de
micromamíferos, es decir, de ratones de campo, cuises y tucos. Si hablamos de mamíferos
medianos, el gato montés puede comer piches, liebres europeas y maras patagónicas. Y,
dentro de las aves, también se alimenta de martinetas”.
Un dato llamativo para el equipo del IPEEC fue que el gato montés no se alimenta de la especie
más abundante, sino de las más fácil de cazar. Entre los micromamíferos, el más encontrado
en las heces fue el Akodon iniscatus, conocido como ratón patagónico, y no el más abundante
en la zona como sí es la laucha sedosa, Eligmodontia typus. Algo similar ocurre entre la mara y
la liebre, la primera más abundante y esta última es más cazada por el gato montés.
Por otra parte, los científicos pudieron demostrar que este felino concurre siempre a la misma
letrina, donde no solo va a defecar, sino que también aprovecha para rascar sus uñas y
utilizarlo como un lugar propio al que concurre varias veces al día.
Si bien San Pablo de Valdés es una reserva, la misma está lindante con establecimientos
ganaderos de la Península. Sin embargo, a lo largo de los tres años de investigación,
D´Agostino y Udrizar Sauthier no encontraron restos de ovinos en las heces de los animales
estudiados: “Eso está bueno porque aumenta la tolerancia a la presencia de este felino en los
establecimientos. Sin embargo, hay reportes de depredación y los pobladores rurales te
comentan que el gato montés les causa daño porque consume corderos y también entra al gallinero, entonces hay un conflicto entre el humano y el gato montés que consume ganado y
aves de corral”, señala D´Agostino.
Parte de la importancia de este trabajo tiene que ver, justamente, con este conflicto existente
entre los pobladores y el gato montés como depredador: “Este estudio sirve para trabajar en
conservación porque ahora sabemos de qué se alimenta y qué lugares conservar. Si nosotros
resguardamos ese hábitat que el animal usa para refugiarse, para reproducirse, para tener a
sus crías y también para alimentarse, porque ahí están las presas, es probable que no concurra
a los establecimientos a comer animales domésticos y ganado”.
“Este trabajo es la primera aproximación a la dieta de gato montés realizada en la Patagonia
central argentina y aporta conocimientos no solo sobre aspectos ecológicos, sino también
sobre la historia natural de esta especie de felino”, finaliza Romina D´Agostino.