En la tardecita del 1 de julio, Raquel Camps corrió para recuperar su teléfono celular y mandar un mensaje. “Ganamos”. Una palabra que condensaba una búsqueda de justicia que había arrancado hacía casi 50 años, unos cuantos años antes de que ella naciera. Raquel es hija de Alberto Camps, uno de los tres sobrevivientes de la Masacre de Trelew de 1972, y consiguió, junto con otros familiares, que un jurado en los Estados Unidos declarara responsable al marino retirado Roberto Guillermo Bravo por la matanza de 16 presas y presos políticos que estaban alojados en la base aeronaval Almirante Zar. A pocos días de que se cumpla medio siglo desde el fusilamiento y mientras participa y organiza actividades para recordar aquel preludio del exterminio que vendría, Raquel reclama que los Estados Unidos extraditen a Bravo para que pueda ser juzgado por la justicia argentina.
Raquel es hija de Camps y de María Rosa Pargas. Nació en 1976, cuatro años después de la Masacre de Trelew. En realidad, se llama María Raquel. El primer nombre se lo debe a María Angélica Sabelli, una de las militantes asesinadas en la fría madrugada del 22 de agosto de 1972. Su hermano mayor se llama Mariano en honor a Mariano Pujadas, otro de los masacrados.
Sobre sus espaldas, Raquel carga con bastante peso de la tragedia argentina. El 16 de agosto de 1977, un grupo de tareas llegó hasta la casita en un barrio de Lomas de Zamora en la que vivían. En el operativo, hirieron gravemente a Camps –a quien trasladaron hasta el Hospital Gandulfo para que muriera allí– y se llevaron a María Rosa –conocida en la militancia como “Mirta”–. A ella la vieron en el centro clandestino conocido como “El Vesubio”. Hay quienes la recuerdan aferrada a una foto de sus dos hijos. A Mariano lo llevaron al hogar El Alba; qué hicieron con Raquel no termina de estar claro porque ella tenía once meses y no tiene recuerdos. Después, los reunieron en una comisaría y se los entregaron a los abuelos paternos.
Raquel viajó a Florida a fines de junio para estar en las audiencias que se llevaron a cabo en un juicio civil contra Bravo, uno de los fusiladores de la base Almirante Zar, a quien la Armada Argentina ayudó a refugiarse en los Estados Unidos. Allí logró convertirse en un próspero empresario y esquivar a la justicia argentina. Durante el juicio, Raquel pudo exhibir su pequeño gran tesoro: la única foto que tiene de su familia completa.
–¿Qué valor tiene para vos que la carátula de la causa en Estados Unidos haya sido Camps versus Bravo?
–Tuvo una significancia impresionante. Mi viejo –desde que sobrevive a la masacre hasta que lo matan– todo el tiempo dio declaraciones y todo el tiempo quiso que se sepa la verdad. Que suceda 50 años después es una cosa divina. Es impresionante la revancha de la vida porque la verdad surge y la justicia, de alguna manera, se hizo presente después de tantos años. Lo más contundente es que se hizo presente en Estados Unidos.
–Tu papá le dijo a Francisco “Paco” Urondo que para los tres sobrevivientes relatar lo que había pasado en Trelew era una obligación. ¿Lo viviste así también?
–Mi figura era de representante legal de mi padre. Yo iba como sucesoria de mi padre. Es como que su grito de justicia pasó a mi garganta y finalmente pudimos hacerlo juntos. Yo sentí que no lo estaba haciendo sola, que lo hacía con él.
– ¿Cómo fue estar cara a cara con Bravo después de tantos años?
– Fue difícil. Estábamos al lado, escuchábamos cuando la gente que lo acompañaba preguntaba qué tal iba el “circo éste”. Pasábamos por la misma puerta. Estábamos en el hall y él estaba ahí también. Era difícil no sacarse. Son 50 años. Es también parte de buscar justicia de donde venimos, desde el amor, no con odio. Siempre fuimos respetuosos de la justicia que queríamos conseguir. Por suerte tuvimos nuestro momento de hablar y de poder emocionarnos también. Fue súper importante para nosotros que estén los abogados Sol Hourcade y Eduardo Hualpa porque nos podían explicar muchos aspectos legales pero más allá de eso por el apoyo humano que nos dieron.
–¿Cómo surgió la estrategia de presentar la demanda civil en Estados Unidos?
–Fue a partir de un contacto que tuvo el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) por esta ley que permite hacer este tipo de juicios en Estados Unidos. Arrancamos a hablar en 2019 más o menos. El Center for Justice and Accountability (CJA) se contactó con el bufete de abogados para iniciar todo el trámite.
–¿Imaginaste alguna vez que iban a volver con una victoria de Estados Unidos?
–No. Teníamos muchas esperanzas cuando él declaraba porque se contradecía pero nunca habíamos estado nosotros en un juicio por jurados. Por momentos, estábamos muy positivos y, por momentos, decíamos que la prescripción nos podía jugar en contra porque es un hecho que pasó hace 50 años.
– En su declaración, Bravo termina reconociendo el encubrimiento de la Armada.
–Sí, en ningún momento dice que no pasó. En todo momento dice que fue en defensa propia. El argumento no tenía sentido por donde se lo mire.
–¿Pensás que la repercusión con la condena en el juicio civil puede tener algún impacto en el pedido de extradición?
–Yo creo y tengo la esperanza de que sí. Seguimos trabajando para eso.
–¿Cómo sentiste que la justicia argentina trató a los familiares de las víctimas de Trelew?
–Fue muy difícil porque el juicio de Trelew (2012) sucedió muchos años después. Por lo menos, para mí, yo recién arrancaba con la reconstrucción de mi historia. De la mano del juicio pude saber un montón de otras cosas que pasaban, de mis viejos, y conocer gente. Fue duro pero, a la vez, fue muy necesario para mi historia, para mi identidad. La justicia tiene sus tiempos pero nos dimos cuenta de que, a pesar del tiempo, nosotros seguimos insistiendo y de eso se trata. Bueno, venimos de nuestros viejos: tenemos la insistencia y la perseverancia de que no queremos que haya injusticia en nada. Es levantar ese espíritu, las banderas de ellos de que un mundo injusto no debe existir.
–¿Cómo es esa reconstrucción de la historia que vos hacés a partir de esos años?
–Mis viejos se conocen dentro del penal de Rawson. Yo siempre digo que arranqué por el principio que me dio mi existencia. Cuando viajo a Trelew por primera vez siento que me puedo contactar con mi historia, con sus compañeros, con los familiares de Trelew. Fue conocer compañeros que habían estado en Rawson con él, que me contaran que daba clases de karate, todas estas cosas que a mí me ayudaban a reconstruir un padre de quien no tenía ni recuerdos.
Créditos: Luciana Bertoia, publicado en Página 12.