En momentos en que el mundo teme por la rápida expansión de la variante Delta del nuevo coronavirus, científicos uruguayos anunciaron que la primera ola de contagios de COVID-19 que sufrió ese país a fines del año pasado se debió a una mutación local del SARS-CoV-2.
El mundo está concentrado hoy en la variante Delta, surgida en India en diciembre pasado, de alta transmisibilidad, por lo que el anuncio reviste una relevancia para los estudios científicos, ya que se informó que dejó de circular y no se registran casos desde abril pasado.
Mientras tanto, la Delta se expande y, estudios realizados por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los EE. UU. (CDC, por sus siglas en inglés) ratificaron la alta contagiosidad, pero también aseguraron que el 99,99% de los vacunados con el esquema completo evita la hospitalización y la muerte.
En Argentina, la preocupación crece respecto de esta variante, aunque aún no está documentado que sea de circulación comunitaria, y la preocupación está centrada en que el gobierno consiga avanzar en la aplicación de las segundas dosis especialmente para las personas mayores de 50 años y quienes tienen comorbilidades. Hasta la fecha, de acuerdo a la Unidad de Datos de Infobae, un 54,93 por ciento de la población argentina, 25.161.679 personas, recibieron al menos una de las dosis de las vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, sólo 7.130.429 personas, el 15,57 por ciento, fueron aquellas que ya lograron completar el esquema vacunatorio.
El Instituto Pasteur de Uruguay, con sede en Montevideo, informó en un comunicado que la variante P.6 se generó en ese país, pero luego fue desplazada por la P.1, conocida también como brasileña, que circula prevalentemente entre la población uruguaya por lo que estimó que la variante de ese país dejó de producir infecciones desde fines de abril pasado y actualmente ha desaparecido.
El descubrimiento de la variante uruguaya fue realizado por investigadores del Grupo de Trabajo Interinstitucional (GTI), que realiza la vigilancia genómica. Según los estudios de ese equipo de científicos, la variante apareció en noviembre de 2020 y prevaleció en el número de contagios hasta marzo de 2021.
“La P.6 —según la denominación otorgada por un comité científico internacional— debe su nombre a que deriva de la variante B.1.1.28, originada y ampliamente distribuida en Brasil durante 2020”, explica el texto. Según señala el Instituto, el comité científico internacional establece que, para ser considerada variante, el hallazgo “debe tener mutaciones que lo distingan de las variantes existentes” y que la expansión geográfica tiene que ser diferente a la original, en este caso Wuhan, en China.
“La variante uruguaya incluye dos mutaciones relevantes que están ubicadas en la proteína Spike, que podrían estar asociadas a un aumento de transmisibilidad. Una de las mutaciones también se ha detectado en otras variantes del mundo incrementando su frecuencia hacia fines de 2020, lo que respaldaría la idea de que le puede otorgar mayor capacidad de transmisión”, sostiene.
Según las mismas investigaciones, tras su aparición en noviembre pasado, la variante uruguaya fue predominante en el país entre enero y febrero, pero su prevalencia comenzó a mermar en marzo, cuando ingresó la P1 y se hizo de circulación comunitaria. El último caso que se registró de la variante uruguaya es del 26 de abril.
“Los científicos estiman que la variante uruguaya habría jugado un rol importante en la primera ola de COVID-19 en el país, pues observaron una coincidencia entre el surgimiento y diseminación de esta variante local con el aumento de casos de COVID-19 registrados a partir de noviembre/diciembre”, concluyó el Instituto Pasteur en el comunicado.
Desde diciembre de 2020, Uruguay vivió un fuerte crecimiento de casos de la COVID-19 y ello empeoró desde marzo con la llegada de la P1 brasileña. A partir de allí, los positivos y las muertes aumentaron de manera exponencial y no fue hasta junio cuando los números mejoraron, ayudados por la vacunación en un alto porcentaje de población.
El país, de 3,5 millones de habitantes, suma 381.569 casos de COVID-19 desde el comienzo de la emergencia sanitaria, que en Uruguay se declaró el 13 de marzo de 2020, de los que 1.967 son personas que se encuentran cursando la enfermedad, 53 de estas ingresadas en centros de tratamientos intensivos (CTI) y 5.966 fallecidos.
Uruguay fue una de las naciones que no aplicó una cuarentena estricta, si no que su gobierno optó por llamar a la sociedad a permanecer en sus casas cuando el número de casos comenzó a aumentar. Fue considerado al comienzo de la pandemia un caso de país exitoso en el control de los contagios, pero luego las infecciones se descontrolaron y se el número de víctimas se incrementó rápidamente.
Uruguay alcanzó a fines de julio el 70% de su población inoculada con al menos una dosis contra el coronavirus, de acuerdo al monitor oficial de vacunación, en medio de una abrupta desaceleración de los peores indicadores de la pandemia, aunque el 10 % de los habilitados para vacunarse aún no lo hicieron. De esta forma, alrededor de 2,48 millones de personas recibieron al menos la primera inyección de las vacunas de Sinovac, Pfizer o AstraZeneca. De ellos, la gran mayoría (2,09 millones o el 59% de la población) ya cuenta con el esquema completo.