En un espacio de Palermo, cada dos semanas se juntan madres para aprender cómo alimentar mejor a sus hijos. Aprenden técnicas, comparten experiencias, leen apuntes. Son jóvenes y no tanto, profesionales de empresas o trabajadoras independientes. Y están todas embarazadas. Es apenas uno de los tantos espacios dentro de la Ciudad de Buenos Aires al que se acercan mujeres que quieren aprender sobre lactancia antes de parir. Algo que de a ratos parece natural y de a ratos da miedo, pero que cada vez genera más interés: por ese curso, que da la puericultora Daniela Cimma, ya pasaron más de 400 embarazadas. Otras 30 mil miran sus posteos explicativos de Instagram. Y en la Asociación Civil Argentina de Puericultura (ACADP), donde se forma la mayoría de profesionales, se duplicaron los alumnos entre el 2017 y 2019.
En medio del mandato de la lactancia -dar solo teta a libre demanda hasta los 6 meses de vida-, que muchas mujeres sufren y deciden no elegir, existe otro inmenso número de madres que quiere amamantar y siente que no tiene la información suficiente para llevarlo a cabo.
«Todavía hay mucha desinformación: al no tener una política nacional sobre lactancia materna, la población llega al parto con muy poco conocimiento. Son las mujeres las que se acercan, consultan y googlean información por su cuenta, porque saben que la leche materna es superior a la de fórmula y quieren amamantar», dice Iardena Stilman, directora de la Asociación Civil Argentina de Puericultura (ACADP). En la carrera que dicta esa asociación hubo, en el 2017, 329 alumnos entre las modalidades presencial y a distancia. Este año fueron 653. «Cuando empezamos, hace diez años, la gente nos confundía con los apicultores. Hoy por suerte muchos conocen nuestra tarea», explica.
Según cuenta, la puericultura propone mirar a la mujer y al bebé como una díada. «Muchas veces el pediatra solo mira al bebé, el obstetra a la madre, y nadie a ambos juntos. Es importante observar indicadores de que el bebé está succionando bien y alimentándose correctamente. Las estadísticas indican que más allá de la forma del parto, con la intervención de las puericultoras tenemos un índice de lactancia exclusiva al alta del sanatorio que supera el 90%. Son los bebés que salen de la clínica tomando teta».
Aprender con el segundo o tercer hijo
A la ACADP llegan mujeres que hasta con un cuarto hijo se acercan y dicen: «a este lo voy a amamantar».
Cuando quedó embarazada de su tercer hijo, Natalia Del Priore decidió asistir a un taller de lactancia. «Con las nenas -hoy de 8 y 6- nunca tuve problemas para amamantar, y de hecho siempre me interesó darle prioridad de la lactancia y hacer foco en los 6 meses de exclusividad. Pero el tercer embarazo (de Bautista, de cuatro meses) ya me agarro más grande y con otras ideas», explica la psicóloga de 41 años. Habían pasado cinco años desde la última vez que amamantó y se anotó en un curso de lactancia para embarazadas, donde el 80% eran madres primerizas. Lejos de sentirse inhibida, disfrutó de una oportunidad para volver a prepararse para la lactancia. «Pensé que estaría bueno actualizarme o escuchar algo más. Pensar nuevas maneras de hacer las cosas en este nuevo entorno en el que le doy la teta a uno mientras le lavo el pelo a otra», ríe. La puericultora Daniela Cimma la asesoró en esa instancia y luego, una vez nacido Bautista, en su casa.
«Uno de los momentos más oportunos para ayudar desde nuestro rol es cuando la familia vuelve a la casa después de la clínica, que suele coincidir con la bajada de la leche (en los primeros días post nacimiento las madres generan calostro, unas gotas de altísima importancia nutricional), explica Daniela, que estudió Relaciones Públicas antes de convertirse en madre e interesarse por la puericultura. Entonce estudió la carrera en la Asociación argentina y a través de Edulacta, una plataforma de formación online española.
Según explica, en sus talleres de lactancia para embarazadas no es infrecuente toparse con mujeres que ya tienen más de un hijo. «Muchas vienen con el deseo de escribir una historia distinta, desean estar más preparadas en segundos o terceros embarazos. Los mensajes son todos iguales: dicen que se dan cuenta de que antes les faltó acompañamiento o información. En general todas llegan con mucha curiosidad: hay quienes vienen a las 16 semanas de embarazo diciendo nadie en mi casa pudo amamantar y otras a las que a las 37 semanas les pica el bichito de la duda».
Daniela comenzó con su cuenta de Instagram de puericultura cuando vio que en esa red faltaban comunidades de lactancia. «Me pareció un buen camino para que muchas mujeres conocieran nuestro rol, que no es para nada nuevo, pero se está haciendo muy conocido».
Hoy la sorprende el círculo que se generó ahí: «Lo veo en pequeñas cosas: de repente cuento la historia de una familia a la que el médico le recomendó un complemento de leche innecesario (porque con mejorar las tomas de teta basta) y aparecen no menos de 15 mamás diciendo que les pasa lo mismo: el pediatra les indica una leche comercial y ellas quieren hacer todo lo posible con la lactancia. Hoy hay profesionales de la salud con información muy desactualizada. Y, por otro lado, las mujeres están cada vez más informadas y combativas», explica. «El pediatra a veces solo mira el peso del bebe, un recorte muy limitado de la realidad. Tal vez la mujer tiene las mamas super congestionadas, pero hay dolor o mal acople y el pediatra no lo acompaña. Y ese es el vacío que llenan las puericultoras. El de saber observar una toma y evaluar la succión del bebé, como se lo sostiene o si la madre tiene dolor al amamantar, porque eso puede inhibir el reflejo de eyección de la leche».
652 mujeres y un hombre
Entre todos los alumnos que cursan este año la carrera de puericultura en la ACADP hay 652 mujeres y un hombre. Otro pequeño signo del cambio de los tiempos: Andrés Dimitri es enfermero especializado en neo y cursa la modalidad virtual. Pese a que hace cuatro años cambió el ambo por la gestión de salud – actualmente coordina talleres de formación en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación- comenzó a estudiar la carrera de puericultura porque sintió que era el complemento que le faltaba a su formación.
«Es la frutilla de la torta para todo lo que es trabajar en crianza y vínculo temprano. Me gustaría tener ese plus de herramientas para poder ayudar a una mamá a la que le resulta difícil amamantar», explica. Andrés cuenta que hace un tiempo su mejor amiga quedó embarazada y vio de cerca cómo ella no sabía cómo transmitirle al marido la ayuda que necesitaba. «Me gusta poder aportar la mirada paterna, aunque no tengo hijos. Sé lo que piensan los hombres del embarazo, muchas veces lo ven como una carga y no saben cómo ayudar».
Para Stilman, los hombres están más que bienvenidos a la profesión. «Sus intervenciones suelen ser geniales. Cuando conocemos a una pareja en las charlas prenatales hablamos mucho con el hombre, porque como está afuera puede ver mucho mejor si el bebé está bien prendido. Tienen más distancia física y emocional».
La ACADP trabaja en siete hospitales y atiende un consultorio en la sede de la Av. Córdoba. Hasta hace no tanto, ahí recibían una consulta por mes. Ahora son diarias y están evaluando ampliarlo. ¿Qué mujeres asisten ahí? «Desde mujeres que llegan de Nordelta hasta niñas en situación de calle. El otro día llegó una joven de 16 que vive en un hogar de la Ciudad preguntando cómo alimentar a su bebé de seis días. Con su celular consiguió internet y buscó ayuda».
Los motivos de consulta son siempre universales: madres preocupadas por el hijo no se prende bien o «pide teta todo el tiempo», dolencias puntuales por pechos lastimados o cuestiones más de crianza, como el llanto y el colecho. En el último tiempo, el interés colectivo por la lactancia también llega de hospitales que le piden a la Asociación que colabore en el armado de servicios de puericultura y de empresas que piden asesoramiento para incorporar lactarios.
Pero no todo es color de rosas: según la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, que lleva adelante la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia, el 97 por ciento de los niños comienza la lactancia materna. Pero muchas mujeres abandonan pronto la práctica: si se observa el grupo de los menores de seis meses, apenas el 44% recibe lactancia materna exclusiva.
María Ayzaguer para Diario La Nacion