Miguel Maldonado, el perito forense que lo evaluó a 48 horas de que matara a su familia y que intervino en el desarrollo del proceso al que fue sometido, contó en una entrevista con Télam que para él «Barreda no estaba loco, pero tenía un tornillo desviado que le impedía comprender y dirigir sus acciones», aunque recordó que «la Justicia, en votación dividida, lo consideró imputable».
«Yo era partidario de mandarlo a un hospital psiquiátrico de alta seguridad, donde se le pudiera tratar ese delirio psicótico de reivindicación que tenía y del que no hubiera salido nunca. Pero dos de los jueces consideraron que no era inimputable y le dieron perpetua», agregó. «Fue a una cárcel común, donde terminó siendo un ‘héroe’, un tipo respetado y se congració con sus compañeros. Después salió y siguió haciendo macanas porque tenía fobia a las damas. En cuanto enganchó una nueva pareja, la maltrató y humilló. Creyeron que se había corregido, pero no. No aprendió nada en el tiempo en que estuvo preso», opinó el perito.
Maldonado se refirió así a la relación que Barreda mantuvo con «Pochi» André, a quien conoció cuando visitaba a un amigo preso y con quien inició una relación de pareja que devino en convivencia hasta julio de 2015, cuando ella murió como consecuencia del deterioro de su salud a raíz de graves problemas neurológicos. Según el perito forense, Berta fue para Barreda «la mujer que le dio una oportunidad que no merecía».
«Barreda maltrató a Berta, la mujer que lo cuidó, le dio todo, pero él la maltrataba. Le decía ‘chochán’, ‘ignorante’ y la subestimaba», aseguró. «Yo lo conocí. Sé que nunca se arrepintió de matar a las mujeres de su familia. Él pensaba que había hecho justicia. Estaba perturbado mentalmente. Murió solo, ni una persona fue a su entierro», enfatizó Maldonado.
Lo mismo destacó el periodista Pablo Martí, biógrafo del cuádruple femicida, quien prepara un libro sobre el odontólogo que saldrá a la venta en octubre próximo. «Yo era la única persona que lo iba a visitar y fui el último en verlo», recordó Martí en diálogo con Télam, al tiempo que precisó que «a su entierro -en un cementerio público de José C. Paz- no fue nadie»
El biógrafo contó que Barreda le pidió, como última voluntad, que su cuerpo fuera cremado y que sus cenizas fueran esparcidas en la cancha de Estudiantes de La Plata, aunque el club lo rechazó.
«En sus últimos tiempos se mostraba como un viejito arrepentido. Pero debemos pensar que estaba solo porque asesinó a toda la familia. Tenía demencia senil y problemas de próstata, estaba desnutrido y le costaba comer», recordó sobre los últimos días del asesino múltiple.
También durante su internación, ocurrida tiempo después de acceder en diciembre de 2015 a la libertad condicional y luego de que en mayo de 2016 se declarara extinguida la pena, Barreda tuvo problemas con las enfermeras que lo asistieron en un hospital de la localidad de General Pacheco, donde se presentó con una identidad falsa y visiblemente desmejorado y permaneció internado durante 457 días debido a un cuadro de salud mental, según dijeron entonces los médicos que lo asistieron. Durante esa internación, algunas enfermeras, denunciaron que las maltrataba.
Finalmente, en julio de 2017, el odontólogo salió de ese centro asistencial y fue enviado a una pensión de General Pacheco, tras lo cual se mudó a San Martín, donde estuvo alojado varios meses en el Hospital Eva Perón.
Martí recordó que fue allí, en 2019, donde conoció a Barreda, a quien se acercó interesado en hablar con él para contar su historia. «Él, de a poco, fue tomando confianza conmigo y acepto hablar. Él estaba muy solo. Yo iba todos los jueves a verlo y charlábamos. Me dijo que estaba arrepentido, planteaba que el día del crimen se le ‘saltó la cadena’ y aseguraba que no fue planificado. Pero para mí no fue así», describió el biógrafo.
«Le pregunté por qué no se separó en vez de hacer lo que hizo, y creo que fue porque ni él ni su mujer querían perder la casa de la calle 48», dijo el periodista en referencia a la casona situada en la calle 48, entre 11 y 12, donde fue cometido el cuádruple femicidio y en la que se planea construir un centro para víctimas de violencia de género.
Finalmente, el 10 de marzo de 2020 -pocos días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio en medio de la pandemia- Barreda quedó internado en el geriátrico «Del Rosario», donde el 25 de mayo murió a los 84 años.
El día que Ricardo Barreda se convirtió en cuádruple femicida
Ricardo Barreda ingresó a la lista de los criminales más sangrientos de la historia criminal argentina el 15 de noviembre de 1992 cuando con una escopeta asesino a su esposa, Gladys McDonald (57); a su suegra, Elena Arreche (86) y a sus dos hijas, Adriana (24) y Cecilia (26).
Si bien el odontólogo primero negó la acusación del cuádruple asesinato e intentó hacer pasar el hecho como la consecuencia de un robo a su casa, finalmente confesó que las atacó con una escopeta Víctor Sarrasqueta calibre 16.5 debido a «los maltratos que recibía de todas ellas», ya que -dijo- padecía «humillaciones constantes», entre ellas que lo llamaban por el apodo de «conchita».
Durante el juicio se supo que, tras cometer los crímenes, el asesino se subió a su Ford Falcon verde, descartó el arma en Punta Lara, Ensenada, y fue a ver elefantes y jirafas al zoológico de La Plata porque ello «lo relajaba». Luego, visitó la tumba de sus padres y se encontró con su amante, Hilda, con quien cenó en una pizzería y luego fue a un hotel alojamiento.
En 1994, tras un proceso judicial Barreda fue condenado a prisión perpetua -lo que entonces era equivalente a 24 años de prisión-, que cumplió en 2016, cuando se hicieron «cesar las accesorias legales impuestas» y quedó en plena libertad, sin control alguno de la Justicia.