La enfermera Elizabeth Di Legge, cuyo cuerpo fue hallado el pasado lunes en el galpón de su casa de la localidad bonaerense de González Catán, estaba por dejar a su pareja, actualmente detenido como sospechoso de femicidio, y mudarse a vivir con sus hijos, para lo cual había realizado algunos trámites días previos a su muerte, informaron hoy fuentes judiciales.
«Se estaba por ir de la casa, estaba tratando de conseguir una garantía y ya había visto un lugar. Y justo cuando se estaba por ir pasa esto. Tenía un montón de proyectos y pasó esto igual», dijo a Télam uno de los investigadores consultados.
Ese dato refuerza para los pesquisas la hipótesis de que la enfermera fue víctima de un femicidio por parte de su pareja, Silvio Eduardo Espíndola (44), quien el pasado martes se declaró inocente al ser indagado por el fiscal de la Unidad Funcional de Instrucción Temática de Homicidios de La Matanza, Federico Medone, quien tras la diligencia pidió que quedara formalmente detenido.
No obstante, aún resta establecer mediante diversos peritajes y demás diligencias si Di Legge fue asesinada o si pudo haberse inyectado ella misma alguna sustancia que le provocara la muerte.
Los resultados preliminares de la autopsia confirmaron que la enfermera no tenía lesiones a simple vista y que falleció a raíz de una «depresión respiratoria» que podría estar vinculada a las ampollas de distintos analgésicos, ansiolíticos y opioides, como fentanilo, que fueron hallados junto al cadáver.
La cuestión a establecerse ahora mediante análisis toxicológicos es si esas sustancias le causaron la muerte y, en ese caso, si se las inyectó ella misma o su pareja, también enfermero.
La investigación
Las sospechas sobre Espíndola surgieron de los dichos de numerosos testigos que aseguraron que la enfermera era víctima de violencia de género de parte de su pareja y padre de tres hijos, y que planeaba dejarlo.
Otro dato que el pasado martes llamó la atención de los investigadores fue el tenor de la indagatoria del acusado, quien en todo momento se mostró muy meticuloso en su narración acerca de lo que hizo las 72 horas previas al hallazgo del cuerpo de su pareja, actitud que se contrapone con que no haya encontrado el cuerpo de la mujer durante días, a pesar de que estaba en un galpón de su propia casa.
«El tema de la violencia de género es lo que inclina la pesquisa a la hipótesis de femicidio. También algunas actitudes del acusado, que hizo un relato de las horas previas con un nivel de detalle abrumador pero cuando tuvo que explicar por qué no revisó el galpón donde finalmente fue encontrado el cuerpo fue totalmente impreciso», dijo el vocero.
En ese sentido, el hombre también dio versiones poco precisas sobre las llaves para abrir el galpón, las cuales fueron halladas adentro del mismo, que estaba cerrado cuando la Policía tuvo que tumbar la puerta y hallar el cuerpo.
Además, otros datos tenidos en cuenta por los pesquisas que el acusado tiene los «conocimientos» para aplicar las ampollas y el «acceso» a las mismas por su profesión, continuó el pesquisa consultado, que añadió que de acuerdo a los antecedentes por amenazas y violencia de género el sospechoso parecía ser sumamente «controlador» con su esposa.
Ahora, el fiscal Medone cuenta con 15 días, más otros 15 de prórroga, para reunir los elementos que le permitan componer la prueba y resolver si pide o no la prisión preventiva de Espíndola por «homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género», delito que prevé la prisión perpetua.
El martes, la jueza de Garantías 6 de La Matanza, Carina Andrijasevich, hizo lugar al requerimiento de la fiscalía y convirtió la aprehensión de Espíndola en detención formal, por lo que seguirá preso mientras se resuelve su situación.
En la resolución, a la que Télam tuvo acceso, la jueza consideró que «en el rango comprendido entre las 18 del día 29 de julio y las 6 del día 30 de julio (…) un hombre le aplicó dosis de propofol, atracurio, fentanilo y midazolam a su pareja, ello con claras intenciones de ocasionarle la muerte».
El hecho
Di Legge fue hallada fallecida en un galpón de su casa situada en calles Larre y Conde, de González Catán, partido de La Matanza, en el sudoeste del conurbano.
La enfermera yacía muerta sentada en una silla y tenía colocada una vía intravenosa conectada a un suero y con una jeringa aplicada en la sonda, dijeron los informantes.
En el lugar del hecho se hallaron varias ampollas de propofol (anestésico), atracuario (relajante), fentanilo (opioide) y midazolam (ansiolítico).
La víctima, que trabajaba en el Hospital Churruca porteño, convivía en ese sitio con sus tres hijos y su pareja Espíndola, también enfermero en el mismo centro asistencial.
Según los pesquisas, la mujer había sido denunciada como desaparecida el sábado pasado por su propia pareja, por lo que personal policial realizó el lunes una inspección en la casa con canes rastreadores que finalmente detectaron el cuerpo en la propia vivienda.
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