El conductor Gerardo Rozín murió este viernes a los 51 años, a causa de un tumor cerebral, según pudo confirmar. La audiencia fiel que lo siguió a lo largo de los años y de los proyectos, como si se tratara de un amigo al que siempre daba gusto volver a ver, lo conoció en la pantalla chica como conductor, presentador, periodista y panelista.
Y sin embargo, el verdadero orgullo de Gerardo Rozín fue ser productor. Y es lógico, si se tiene en cuenta la cantidad de personalidades que pasaron por Morfi… todos a la mesa y La peña de morfi, desde 2015 hasta ahora. También por La pregunta animal, por Gracias por venir, y hasta por sus diferentes ciclos en la radio.
Además de sus destacadas dotes para la entrevista, Gerardo construyó su carrera a partir de correrse de los estereotipos televisivos. Le divertía más decir que era “gordo, feo, petiso y judío” que mostrar sus credenciales de profundo admirador de Raymond Chandler, George Gershwin, Woody Allen, Les Luthiers o Roberto Fontanarrosa. A veces se ponía un poco más serio, apenas un poco, y reconocía: “Soy el más grasa de los cool pero el más cool de los populares”.
A Gerardo Rozín, rosarino desde el 18 de junio de 1970, el periodismo lo atrapó antes de que él mismo lo supiera: “Siempre fui periodista aunque creía que no -le contó a Julia Mengolini en 2011.
Aunque a los 16 años ya trabajaba en Canal 3 de Rosario, su verdadera formación profesional fue en el periodismo gráfico -primero como lector y más tarde como integrante de la redacción de Rosario/12, lugar al que llegó recomendado por el mismísimo Fontanarrosa-. De ahí sus tiempos para preguntar, para escuchar, para encontrar la frase justa. Prácticas que después llevó a la televisión, dándole continuidad a un estilo de charla que por momentos la pantalla chica olvida.
Con los años tuvo nombre y apellido propio, pero durante mucho tiempo se lo conoció como “el que apareció desnudo en Sábado Bus”. Aquella situación que todavía hoy se comenta surgió casi por casualidad. Productor del programa que conducía Nicolás Repetto, Rozín comenzó a tener participación en el aire.
Previo a ese despegue como entrevistador, el conductor trabajó junto a Mariano Grondona en Hora clave. Allí mostró una faceta distinta de su personalidad: no había lugar para la ironía, los “climas” y cierto costumbrismo que se volverían su marca registrada (en línea de predecesores como Juan Carlos Mareco o el mismo Hanglin). Se trataba de abordar la actualidad política con el ritmo y la impronta del creador del ciclo.
Conocedor como pocos de los códigos de la televisión, y del rol y la postura que tiene que tener un periodista, cada tanto Rozín traicionaba lo aprendido y se permitía emocionarse al aire y hasta las lágrimas escuchando una canción que le tocaba el alma, como “Oración del remanso”, un triunfo de Rosario Central o un saludo televisivo de sus hijos Pedro y Elena (frutos de su relaciones con Mariana Basualdo y Carmela Bárbaro).